miércoles, 7 de abril de 2010

FELISA (Capítulo 13)

(De cómo Felisa disfruta montando a la Srta. Fdez. del Río)
Ya tenemos a la niña a la grupa de la nutria.
¡Qué cara de felicidad se le plasmó a la chavalina! Hasta ese momento nunca había montado en ningún sitio. Era, pues, su "bautismo de monta", sin curas ni frailes, ni padrinos ni nada por el estilo. Esto hoy está estrictamente reservado, salvo contadas excepciones, para determinadas personas amantes de la hípica, con cuartos bastantes para permitirse tener unos jamelgos o unos pura sangre y pagar su atención y manutención, sus trajes y gorritas, y las consumiciones desorbitadas en bebederos de lujo que derivan en charlitas inconsistentes sobre la maravillosa montura que tienen; también hoy, sin ánimo de ofender, tienen su bautismo de monta en cualquier momento del día jóvenes y adultos que acceden por primera vez a apagar el fuego amoroso que los consume, que los lleva a seguir este deporte de forma habitual mientras el cuerpo aguante, o mejor, mientras haya alguien dispuesto a colaborar; pero éste es otro tema que nada tiene que ver con el actual, así que deslean lo anterior y vuelvan al "bautismo de monta" para seguir.
¡Mira que algunos de sus compañeros en infinidad de ocasiones la habían animado en la escuela a hacerlo y practicarlo con asiduidad! Le explicaban que montar era algo extraordinario y de lo más placentero; que, al principio, sin experiencia, podía doler algo, pero luego, una vez habituada, pues... Y, si no, que se lo preguntase a su amiga La Pepa, que iba con ellos todos los fines de semana.
(Espero que las mentes lascivas no vuelvan a ver cosas raras donde no las hay, ¿de acuerdo? Porque a algunas, cuando les entra la fija, no ven más allá de la punta...¡de sus narices, oiga! ¡¡¡DE SUS NARICES!!!, que todo lo voy a tener que aclarar antes de que...Voy a calmarme un poco, pero es que este tipo de pensamientos me enervan, me sacan de mis casillas) Sigo:
Ahora que Felisa ya sabía cómo era, se dijo que, cuando volvieran a invitarla, no lo pensaría dos veces. Se lo comentaría a su padre para que le permitiese coger el caballo y montarlo dando un paseo con su pandilla. Seguro que el primer día le costaría adaptarse y le dolería salva sea la parte del cuerpo, pero no tardaría en acostumbrarse. Todo sería ir cogiéndole el tranquillo al asunto. Y disfrutaría con La Pepa y sus amigos montando cuanto quisiera.
En ese momento suspendió el hilo de sus pensamientos porque llegaba la hora de la verdad: estaban a la orilla del agua. debía estar fría ya que la Srta. Fdez. metía un pie y lo sacaba dando saltitos sin percatarse de que la niña también brincaba encima y las vértebras del animal se clavaban sin compasión en la tierna carnecita de otra vez salva sea la parte de la confiada criatura. (¡Qué chorrada para explicar que se les clavaban en el culo!, Pero...los que somos bien hablados y bien escritos, pues tenemos estas cosas, ¿qué queréis, si yo fui también a un colegio de pago? Igual pensabais que sólo van los hijos de los ministros y directores generales, o de los diputados y senadores, o de los directores generales y los trepas amigos de relacionarse con gente bien. Pues no. A veces a uno le dan una beca, que no llega ni para la mitad, pero se tiene familia allí para pernoctar y se va tirando, porque si no, "ni pa dios, nin", y entonces se puede estudiar en esos centros privados aptos para otros que no eran como yo, pues había de conformarme, como otra media docena en la misma situación, con las migajas que restaban del banquete y las miradas, gestos y hechos de compasión y conmiseración de muchos de los que te rodeaban, que no podían evitar sentirse superiores respecto a algunos de nosotros. Pero yo tuve suerte, me habían ido educando bien en casa atendiendo a las explicaciones que sobre las fantochadas y los estiramientos de cuello eran capaces de hacer determinadas hembras y varones de mi pueblo con tal de llegar a quitarle la baba de las comisuras de los labios a los que, puestos a dedo, dirigían la vida de los ciudadanos; siempre tuve claro que no había nadie superior o inferior a nadie; si acaso, en la última categoría, los babosos y los que les quitan la baba. Pero en general, todos iguales y que el que algo quería, tenía que currárselo y a ninguno se lo darían guisado y bien aliñado. (Las excepciones ya las sabéis todos: buscad entre la nobleza alta y baja, entre las finanzas, en la endogámica universidad, entre determinadas clases políticas, entre el mundo que rodea, permite y vive de la corrupción y las/los corruptelas, entre los mundos oscuros del hampa y de la delincuencia de manos negras y blancas, entre los que tienen que poner remedio a estas situaciones, entre los que predican soluciones encubriendo a los suyos, y más aún; pero, si vosotros ya lo sabéis, para qué lo voy yo a escribir.) De verdad os digo que, después de las excepciones, en este país trabajamos cuatro gatos. No obstante, no me quejo, hasta ahora he sido capaz de vivir como me dio y me da la gana.
¿Y a qué viene todo esto? Pues no lo sé, a nada. Mejor olvidaros, como si no lo hubiese escrito, pensad que está escrito con zumo de limón y ya desapareció de vuestra vista. ¡Uf! Me pierdo y no me encuentro.
Vayamos al agua con las dos protagonistas.
Pero eso será en el próximo capítulo.
Mientras, disfruten de este fin de semana primaveral y sean felices.

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