lunes, 12 de abril de 2010

FELISA (Capítulo 16)

(De cómo la conversación explica ciertas cosas que bien podían no haberse dicho)
Habíamos quedado en el principio de una profunda conversación entre Felisa y la Srta. Fdez. del Río. El estudias o trabajas, el depende y el de qué depende se van a ir transformando en algo más serio.
-Verás-explicó la niña-, depende de con quién esté: si estoy con mi madre, me manda estudiar con el fin de que el día de mañana sea una mujer de provecho, independiente y que no necesite de un macho dominante a mi lado que me haga la vida imposible a cambio de cierta estabilidad económica; pero, si estoy con mi padre, me manda trabajar en el huerto, limpiar las malas hierbas, ir a ordeñar las vacas, dar de comer a las gallinas, llevar el caballo hasta el abrevadero, etc., con el fin de prepararme, según él, para el futuro que me espera. - Aquí la respuesta se sale un poco de madre y de padre, porque la Felisa no aclara nada, no dice ni que sí ni que no, sino todo lo contrario. La Srta. Fdez, aun habiéndola escuchado con atención, se quedó in albis, semitraspuesta y con cara de no haber entendido ni papa. Así pues, no le quedaba más remedio que continuar con el interrogatorio. ¡Joder con la gente! ¿Por qué no será más explícita una de mano, para evitar preguntas tontas y repetitivas?
-¿Y con quién prefieres estar?- De acuerdo con las normas elementales de educación que se llevan hoy en día, la respuesta lógica caía por su peso. Pero estamos en otros tiempos y la niña es una niña; y, si bien poco a poco va creciendo en entendederas según van pasando las hojas de este relato, no sé yo muy bien hasta dónde la haré llegar. Ya veremos como se desarrolla todo.
Además, la pregunta de la nutria es totalmente lógica, ¿o vais a decirme que no? Si antes había quedado en que bueno, sí, pero es que.... verás, yo soy un poco vergonzosa y..., aún no te conozco lo suficiente como para..., no sé, es que..., bueno, anda, un día es un día, y alguno ha de ser el primero, pues entonces ahora, ante una pregunta tan directa, no le quedaría otra solución que explicar las cosas por las claras o dar la callada por respuesta, aceptando con esta última las responsabilidades que de ello se pudiesen derivar. (A mí no me preguntéis ni me digáis nada,que yo tampoco sé cuáles, es cosa de la nutria)
- De eso, no tengo duda: con mi padre. Es más guay. (Aclaración para los lectores: esta palabra, guay, por lo visto ya se empleaba entonces con un significado semejante al de nuestros días, aunque no fuese de uso muy común, porque, si no, la niña no la hubiese dicho). Ahora sí, coño, ahora contesta como debe contestar, sin circunloquios ni evasivas. Dejémonos de dependes y de chorradas. Con el padre y se acabó. Punto.
-¡Ah, sí! ¿Mejor con tu padre?- Pues no se acabó; el animalejo siguió hurgando esperando encontrar bajo la primera capa, algo más sabroso. Y es que no podía entender aquel cariño tan irracionalmente hondo que la niña podía profesar por su padre.
La Srta. Fdez del Río tal vez necesitaba ahondar en aquella clase de sentimiento llevada por una infancia sin la presencia ni la influencia paterna. No lo había conocido. Su madre le había contado en las largas noches de invierno junto al fuego que un día en que había salido a cazar solo, pues ella estaba algo mareada debido a su reciente preñez, había sido apresado mediante el uso de redes, a todas luces ilegales, por miembros de la Delegación del Castillo Supremo (ahora se entiende por qué cazan con artes ilegales, quien manda, manda... pero en los otros, que él tiene bula). Con el tiempo se había enterado de que lo habían recolocado en otro lugar muy remoto, en los dominios de unos amigos del señor de la fortaleza que necesitaban nutrias para repoblar sus ríos. Nunca más regresó. No le habría costado mucho decidirse, un abrir y cerrar de ojos: la elección entre aquellos ríos de montaña y el presente río de mierda que cruzaba en ese justo momento, no albergaba ningún tipo de dudas. ¡Qué suerte tienen algunos! Hay personas por ahí que cuentan que la emigración forzosa empezó hace cuatro días, pero ¡quiá!. Eso ya se remonta a muchos siglos antes de nosotros nacer. Hasta Sreekh, ya sabéis, que había sido uno de los amigotes del padre de la Srta. Fdez. del Río con quien había corrido una buena cantidad de juergas, se había visto obligado a emigrar a Jólivu para ganarse el sustento con el sudor de su frente. ¡¡Sí, sí!! Ya lo sé, no me lo recordéis. También emigró llevado por las circunstacias especiales de su última noche en aquellos parajes, es decir, para escapar como alma que lleva el diablo de la bruja de los dientes largos, narices largas, orejas largas, ojos grandes, cabellos largos, piernas largas, manos largas y un largo etcétera de largos y largas. Y no todos vuelven a sus orígenes, aquí también depende de la situación familiar, social o económica a la que lleguen.
Vamos a esperar unas horas para saber qué razones impulsan a Felisa a preferir la compañia de su padre, pues el capítulo llegó a su fin.
Comiencen bien la semana, disfruten del momento, que el tiempo pasa volando y no merece la pena gastarlo de mal humor.

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