lunes, 25 de febrero de 2013

FIN DE SEMANA DE ALERTA NARANJA

Esperando a Godot. Así estuve yo el fin de semana, como Didi y Gogo, esperando por la nieve. “Aparentemente, no vendrá hoy, pero vendrá mañana por la tarde”- les dice el muchacho.
Pues para mí este muchacho lo interpretaba el hombre del tiempo, y daba igual el medio de comunicación o la hora. La sentencia era: nieve al nivel del mar.
Durante la semana anterior, en prensa, radio y televisión, se hartan de hablar del temporal de frío y nieve que iba a asolar durante el fin de semana sobre todo el norte de España. Un frente frío procedente de Centroeuropa se disponía a penetrar en la península e iba a dejar una parte de ella, como quien dice, absolutamente blanca. Tal y como lo comentaban y avisaban, iban a blanquear hasta los mapas de los partes meteorológicos.¡Lo nunca visto!
Y llega el viernes de tarde. Algo de frío. “Ta cociendo nieve”- decían algunos de mis amigos. Y yo asentía. Y me imaginaba el manto albo que iba a cubrir mi pueblo no tardando mucho.
Por fin, llega la hora de retirar. Antes de coger cada uno el camino de su casa, “Mañana amanece cubierto”, me dice uno de mis compañeros.
Al día siguiente, me levanto a las seis y media y lo primero que hago es levantar la persiana para comprobar la gran nevada. ¡Ni llovía siquiera! Miré al cielo y las nubes grises, oscuras como el plomo, parecía que iban a hacer real la amenaza.”Tiene pinta de comenzar a echarla en cualquier momento”. pensé mientras bajaba algo la persiana, dejándola levantada algo así como treinta centímetros, por si acaso empezaba, poder enterarme rápidamente.
Cuando salgo a la calle, me tengo que subir las solapas del chaquetón. El frío es intenso. Mis ilusiones vuelven. “Con este frío, seguro que nieva antes de mediodía”. Pero pasa la mañana del sábado mientras en la tele, en la radio y en la prensa continúan con la misma amenaza naranja para no sé cuantas provincias españolas. 
A última hora de la tarde, después de ver el partido del Sporting, ¡qué cosas, ganó tirando una sola vez a puerta!, alguien comenta: “¡Calentó el tiempo!”. “Para que nieve, tiene que calentar primero”-le respondo yo, que seguía con las mismas ganas de ver la blancura de los copos como a principios de semana cuando comenzaron a avisar del temporal.
“Bueno, de esta noche no pasa”.-cavilé para mis adentros.
Cuando regreso a casa, ya me imaginaba la mañana de domingo caminando sobre una cuarta de nieve por las calles. Al tiempo pienso “¡Joder, otro domingo malo! Adiós mercado. Llevamos tres meses que no libra un domingo sin que llueva. ¡Vaya mala suerte que tiene esa gente! Pero la nieve es la nieve y un día es un día.”
Y a las seis de la mañana del domingo estoy levantando nuevamente la persiana. Nada. Pero nada de nada. Absolutamente impoluto el patio que veo desde ella. Ni mojado siquiera.
“¿Pero qué mierda de previsiones meteorológicas hacen estos tíos? Coño, que dejan a uno con la miel en los labios. ¡Quiero ver nevar en mi pueblo!”  -Ya estoy cabreado con todos los hombres y mujeres de tiempo que estos días han transitado por todos los platós, por todas las emisoras y por todas las prensas. No es cuestión de ir a diez o doce kilómetros a ver la nieve, que eso no tiene gracia. Es como si un obrero está al paro y le dicen que tiene trabajo a diez o doce fronteras de su país; que no, que no es eso que quiere tenerlo dentro de sus fronteras, no ir por ahí a ver lo que hay.
“Bueno, aún es domingo. A lo mejor a lo largo del día…!- Aún la confianza no la había perdido.
Y pasan las horas…Ni medio copo despistado que mis ojos pudiesen ver.
¡Vaya alerta de las narices! ¡Mira que tengo pisada la nieve a lo largo de mis años de trabajo por pueblos de Tinéu, pero…con las ganas que tenía de verla aquí!
Hoy, lunes, frío y con alguna llovizna cuando salgo a por el periódico y el pan. Y, ¡sorpresa!, a eso de las doce de la mañana, sin que se la esperase, porque ya no tenía esperanza ninguna, por fin veo nevar en mi pueblo. En ningún parte del tiempo habían dicho que podía pasar. Dura un par de minutos nada más, pero me coge con la ventana con la persiana subida. Dos minutos con las narices pegadas al cristal. La espera mereció la pena. Más vale tarde que nunca. Pero, coño, podían haber acertado, que estuve todo el fin de semana a punto de que me diese un síncope. Y a mis años, ya no está uno para estos trotes.
No obstante, aunque hubo que estar esperando varios días, por fin apareció Godot, poco tiempo, pero menos da una piedra. El que no se consuela es porque no quiere, que...¡anda, que el que esté esperando por los brotes verdes!
 
Que pasen un buen día. Un saludo.

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