No hace mucho leí
una novela del islandés Arnaldur Indridason, “Invierno ártico”. En ella un policía
encuentra el diario de un niño asesinado y en una de sus hojas halla una frase
que hace pensar no solo a este detective de ficción sino a cualquier lector. Era
algo así como “¿cuántos árboles son necesarios para que se forme un bosque?”
Al menos yo me
quedé pensativo unos instantes mientras avanzaba en la novela y aún hoy me
viene a la cabeza de vez en cuando.
Ahora, mientras
escribo estas líneas, fue el último por la similitud que le encuentro al pensar
en ¿cuántos políticos corruptos son
necesarios para formar una clase política corrupta?
Sé que faltan
muchos, porque siempre habrá algunos que no lleguen a formar parte de ese
bosque, que crezcan en los alrededores solos o en pequeños grupos, pero sin
formar parte de él. No obstante, la sensación que existe entre la gente de la
calle es que ya casi no se libra nadie, que el bosque ya está formado por
todos, o casi.
Ayer se vieron
manifestaciones en todos los puntos de España para protestar entre otras cosas
por los recortes en educación o sanidad, en defensa de la minería, del cierre
de empresas, en contra de los desahucios y, sobre todo, contra la corrupción
que está corroyendo el estado de derecho que tanto había costado lograrlo a lo largo de las últimas décadas.
Incluso con estos
lemas de defensa de su trabajo y de sus derechos, un político, el número dos de
la Comunidad madrileña y portavoz de esta, compara a los manifestantes con los
golpistas del 23-F de inefable recuerdo para los que nos tocó vivirlo.
Como veis, no son
solo los casos de corrupción los que forman un bosque, también aparecen
matorrales que crecen entre ellos, parásitos algunos a su amparo.
Cuando se explota
un bosque, los montes de muchas comunidades españolas, debe hacerse con criterios
económicos renovables atendiendo a la conservación de la biodiversidad y al
mantenimiento de su ecosistema, no a destruirlo por completo. En ellos se hace
de vez en cuando, cortando por lo sano, una tala de aquellos ejemplares que no
sirven por su debilidad o simplemente por estar pudriéndose, si es que ya no lo
están del todo.
Y en política es
lo que deberían hacer los responsables de su explotación: talar de cuajo
aquellos ejemplares que están afectando al buen desarrollo del bosque político.
No es tan difícil, es solo cuestión de querer hacerlo. Como dice nuestro Presi,
es cuestión de hacer lo que se debe de hacer. Lo malo es cuando en la jefatura
existen árboles podridos o en estado ya de descomposición. ¡No van a tirar
piedras contra su propio tejado! Por lo tanto, hacer lo que se debe de hacer
suena un poco utópico. Y así nos va.
Pásenlo
bien y disfruten del domingo. Un saludo.
¡Bravo, chavalin!. Para mi es de lo mejor que escribiste hasta ahora. Feliz domingo
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