LLUEVE

Ayer y hoy me acordé de Pura, la señora de la que ya hablé hace unas semanas. Salió el sol muy temprano, a eso de las nueve estaba calentando como si fuese un día de verano en la Costa del Sol. Y a eso de las doce, tanto ayer como hoy, empezó a llover. Cuando salí de casa, serían las once, ya llevaba colgado del brazo izquierdo el paraguas, aunque hubo gente que me miró un poco de lado al verme mientras ellos miraban al cielo para ver el sol que  ya empezaba a ser cubierto de vez en cuando por algunas nubes grises. E incluso un conocido me dijo con cierta sorna que si llevaba el trasto aquel para llamar el agua; no le hice mucho caso y le recomendé ir a por uno a casa si iba a salir a pasear, aunque creo que no me hizo mucho caso porque más tarde me lo encontré corriendo por el paseo enfrente del que yo recorría tan tranquilo tapándome con aquel “trasto”. A fin de cuentas no me podía olvidar de la paisana que sabía más por vieja que por diablo. Y no falló, de lo cual me alegré, no tanto porque el campo necesitase más agua de la que lleva caída estos últimos meses o que aquellos de la sorna se hubiesen puesto pingando, como por llevar el paraguas para protegerme importándome muy poco lo que sucediese alrededor.

Ahora mismo ya la está echando como si no hubiese llovido en meses. Pero me coge en casa pensando que por una vez no me voy a mojar los bajos del pantalón y los zapatos dejarán de ser pequeñas barcas chorreantes entre los pequeños riachuelos que se forman en las calles.

Hablas con la gente por la calle y ya solo te queda reírte cuando te pregunta si lloverá con cierto retintín. Porque al paso que vamos, dicen, este invierno vamos a volvernos ranas. A algunos solo les queda un consuelo: que el verano sea verano. Otros pensamos que incluso la lluvia tiene algo, un no sé qué que la hace agradable, siempre y cuando no aparezca la bruja con su varita mágica o nos coja sin paraguas.

Un saludo y disfruten de la lluvia, aunque sea a través de la ventana: tiene su belleza.