Empezó con los actores, sigue con
los diputados, con los partidos, con la prensa. Cualquiera que se meta con él,
sale re botado o algo así. Es una manera como otra cualquiera de intimidar al
personal con el fin de que o se mecen en la misma cuna que él o los tira por la
ventana. Así pues, no me extraña que medio país esté en su contra por esas
frases que solo él debe considerar esclarecedoras y tan atinadas; y el otro
medio por lo que no hace, es decir por permitir que los grandes defraudadores
de verdad al fisco sigan campando a sus anchas mientras él les ofrece una
amnistía o mira para otro lado porque son de su mismo palo.
Hay algo de verdad tal vez en lo
que dice, en algunas cosas, pero lo que no puede es tirar la piedra y esconder
la mano. Un ciudadano corriente, aunque reconociendo que se equivoca, puede
acabar generalizando y echando exabruptos sobre una profesión, como por ejemplo
cuando hablamos de la corrupción de los políticos, del robo de los bancos, de
las condiciones draconianas tanto a nivel social como económico de los
empresarios; pero un político tiene que ser responsable al máximo, medir sus palabras,
por algo es quien es y no puede lanzar soflamas incendiarias contra aquellos
que no lo alaban o critican su labor.
Si quiere acusar a alguien, que lo
haga con nombres y apellidos, pero que no deje caer como de resbalón generalidades
a cuenta de su ineptitud.
Decía antes que en algunas cosas
tal vez tuviese razón. Pero la culpa de esa opacidad es suya, de él y de todos
cuantos como él nos dirigen desde hace tantos años.
Pero sí, no estaría mal que los
partidos políticos y sus fundaciones hubiesen tenido sus cuentas claras desde
el mismo momento de su creación y a la vista de todos los ciudadanos: cuánto reciben
del estado, cuánto de las cuotas de sus afiliados, cuánto de donaciones con
nombres y apellidos también, qué créditos tienen con los bancos, cuándo los
pagan o se los condonan, cuánto gastan en sueldos, cuánto en propaganda, cuánto
en las elecciones, etc, etc.
Y los mismo los cargos públicos,
todos, desde el último concejal hasta el rey, con sus declaraciones a Hacienda.
Fíjense si no en los olvidos de la presidenta de Castilla-La Mancha o del
presidente balear, entre otros; del dinero que cobran por ejercer un cargo
público teniendo una parte de ese sueldo como meta engrosar las cuentas de los
partidos, como si no recibieran ya bastante de los presupuestos del Estado; y
así más y más.
Otro tanto sucedería con las
grandes empresas o con los bancos, pero haciéndolo de manera clara y entendible
para los ciudadanos y no con un lenguaje que, aunque sea castellano, no es
capaz de comprender nadie más que ellos.
Sr. Montoro, si usted sabe con
certeza absoluta que alguien defrauda a Hacienda, dígalo o tome las medidas oportunas
para subsanarlo, pero no siembre sospechas de forma alevosa.
Hacerlo como usted lo hace es una
especie de metáfora de lo que hacen los escarabajos escopeteros para defenderse
en cuanto los molestan.
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