Cuando vio el patio de butacas, debió de torcer la cara en
una de esas muecas que tanto le gustan y que los demás no acabamos de entender
porque lo mismo valen para una cosa que para la contraria. El caso es que allí
en el congreso, aparte de algunos secundarios en activo, no encontró su mirada
ni a un solo miembro del gobierno ni tampoco a uno solo de los presidentes
autonómicos. “Yo no estoy contra nadie”- dijo en un momento del acto. Bueno,
Sr. Aznar, tal vez, pero sus principales correligionarios en el partido no quisieron saber mucho de
usted. Y no deja de ser extraño, no en vano es usted Presidente de Honor. De
verdad que el honor que le han hecho con su ausencia deja mucho que pensar.
Quizá debería de ir pensando en renunciar a ese título porque los gerifaltes de
su partido ni eso respetan. Parece ser que la entrevista que emitió Antena 3 no
les sentó muy bien. Con la forma de ser habitual que tanto le ha ayudado a
desarrollar sus últimos cuatro años de gobierno autocrático, donde hizo grandes
amigos como Blair y Bush, con carácter semejante al suyo, apuntó primero con
las preguntas y disparó luego en las respuestas a todo cuanto se le ocurrió. A
cualquier cosa que pasaba por su mente la ponía en el punto de mira y no dejaba
títere con cabeza. Es más, para obviar o esquivar las preguntas molestas, lanzó
un ataque furibundo contra un medio de comunicación a ver si colaba y así salir
del embrollo en que se hallan metidos todos ustedes desde su paso por el
gobierno. No olvide que fue en esos años cuando empezaron a fraguarse los
grandes negocios de este país, esos de la Gürtel y demás.
O sea que, como hace unos días usted vació algún que otro
orinal por la ventana al grito de ¡Agua va! y más de un transeúnte acabó
empapado, ahora tiene que envainársela y explicar que no está contra nadie,
sino con los españoles. Estos últimos, una gran mayoría, no creo que deseen ni
se sientan de muy buen humor oyéndolo decir que está usted con ellos. Así que
si está con los españoles, busque primero a los que lo quieran y luego
aclárelo. No habrá muchos. Aunque quizá encuentre alguno entre aquellos que le
aplaudieron a rabiar cuando usted les contaba que quién era el gobierno-
entonces socialista- para decirle a usted cuántas copas de vino se podían tomar
antes ponerse al volante.
¡Ah, conmigo que no cuente! Ni él ni,
de momento, ningún otro.
Sean felices y sonrían un poquito.
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