Llevamos una temporada grande en que cada vez que nos van
a recetar algún medicamento para que mejore nuestra economía, los doctores
encargados de ello están en Europa. Más de una de esas medicinas nos han
sentado como una patada en la barriga, por no decir en otra parte. Y a pesar de
habernos revolcado por el suelo pidiendo que no nos den ni una sola cucharada o
pastilla más, vienen a continuación y nos obsequian con una inyección extra que
no solo agrava nuestros dolores, sino que incluso nos hace sufrir en cuanto
vemos el envase. Lo siguiente será una lavativa con la que ya acabemos metidos
en la letrina regurgitando aquellos tiempos en que creíamos que nuestras vidas
tendían a semejarse a flores en un jardín, cuidadas, olorosas y dignas de
servir de ejemplo a quienquiera que las viese; y por fin acabaremos arrascándonos
todo el cuerpo a consecuencia de la friega de ortigas con la que de postre nos
intentarán curar mañana.
Cuando ya no nos conozca ni la madre que nos parió,
seguramente nuestros dirigentes nos podrán contar que esos médicos ya no harán
falta que vengan de Europa, sino que nuestro sistema educativo ya habrá formado
a inteligencias superiores para tratarnos de cualquier dolencia. Sospecho que
poco podrán hacer ya. Estaremos todos sanos, aunque no quedemos ninguno con un
dedo de cordura y menos aún de dignidad.
Al final, en nuestro epitafio escribirán: Aquí yace fulano de tal tras años de atroces sufrimientos aquejado de europeitis democraticaciquil. RIP.
Al final, en nuestro epitafio escribirán: Aquí yace fulano de tal tras años de atroces sufrimientos aquejado de europeitis democraticaciquil. RIP.
Tengan y disfruten de un gran día.
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