Las encuestas siguen aporreando a un PSOE que no es capaz
de levantar cabeza. Mientras, el PP, que tampoco está muy “p’ allá”, aún conserva
el número uno de intención de voto, y eso que están acabando con el estado y el
nivel de vida de que gozábamos los españoles.
Es posible que puestos a pensar en estas dos situaciones
se nos ocurran una gran cantidad de explicaciones. Pero solo una de ellas es la
que más cala entre los votantes: los socialistas andan a la deriva sin nadie
que coja el timón con fuerza y trace su rumbo con autoridad. Y el resto va en
chalupas que poco o nada pueden hacer en este mar embravecido al que toca
enfrentarse. En medio de esta tormenta que amenaza con hundir todo cuanto
navega, solo los grandes trasatlánticos, que ya están guarnecidos en buen
puerto alejados de todos estas vicisitudes, se toman las cosas con calma a la
espera de la calma chicha que les permita volver a la ruta que siempre han
tenido marcada.
Por otro lado, Rajoy,
como si estuviera en una corrida entre ignorantes de la tauromaquia, solo ejerce de primer espada en contadas
ocasiones, da una par de manoletinas sin floritura ninguna
y echa a su subalternos al ruedo a la primera de cambio a que den la cara ante
un morlaco que a él le va grande No obstante, lo que ven y oyen los
espectadores es a esos secundarios que no tienen miedo a hacer el ridículo en
la plaza con tal de seguir en la cuadrilla del matador. Rajoy no se quema en apariciones públicas. Las obvia y por eso
se le notan menos o no se le notan las descacharrantes explicaciones sobre la
crisis. Lidia perfectamente con la oposición, que no sabe tampoco cómo capotear
la situación, por más que intente en vanos esfuerzos decirle por donde ha de
entrar a matar, porque están muy próximos a esos espectadores ignorantes que
contemplan la faena. Si alguno hubiera que entendiese, lo han dejado fuera, a
las puertas de la plaza, y no son capaces de permitir su entrada en el ruedo en
el que tal vez se moverían con más arte
que ellos. Pero tendrían que dejarle su palco de sombra y por ahí no
pasan.
La gente ve que el Presidente se ha marcado un rumbo que guste o no guste
tal vez lo lleve a puerto, pese a que el barco acabe desguazado, pero que mantiene la derrota a pesar de las grandes olas que lo azotan por babor y por estribor,
por la proa y por la popa. Cuando atraque,
pocas cosas con las que contaba ese buque se habrán salvado, pero una parte de
la tripulación habrá conseguido que se le aclame en puerto e incluso le ofrezcan
agasajos y loores por parte de unos pocos. Nadie se acordará de la carga que llevaba el buque y que
ahora está en el fondo del mar. La mayoría llorará por ella pero recuperarla, por desgracia para nosotros, será cosa de muchos años, si alguna
vez hay medios para ello y la autoridad competente nos lo permite.
Sonrían, por favor, que es domingo. Intenten
pasarlo bien.
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