domingo, 28 de abril de 2013

ELLOS SE LO GUISAN, ELLOS...


Ellos se lo guisan, ellos se lo comen.
No cabe otra salida más que decir que son listos como ellos solos. Se metieron hace años ya en el Parlamento, aprobaron unas dietas de manutención y alojamiento porque, supuestamente, tienen que desplazarse para su trabajo, ¡je, je!, desde cualquier ciudad de España, no tienen que declararlas a hacienda y cuando incumplen esas normas que ellos se han autoimpuesto, alguien los denuncia, pero el Tribunal Supremo considera que no es delito. ¡Como para serlo! ¡Anda que no hicieron ellos las cosas bien y el tribunal las entiende mejor!
Así, unos sesenta diputados, incluso el Presidente de Gobierno, que vive y come en La Moncloa a cargo del estado, cobran las dietas aunque estén viviendo en Madrid donde disponen de residencia propia. En algunos casos, más de mil euros que se embolsan un mes sí y otro también, mientras recortan por todos los sitios y miles y miles de personas no tienen ni para comer. Esta es la clase de ética irreprochable con la que viven muchos de nuestros politicos.
La moral sobre la que disertan tan alegremente en cuanto ven un micrófono delante y les preguntan algo sobre ella, se cae por sí sola. Cuando estos personajes, que van por el Congreso y el Senado si les apetece o el partido les obliga para levantar la mano, tienen semejante cara dura y hacen esto, ¿qué vamos a esperar de todos esos miles de chorizos, de esa enorme industria charcutera, que asuela nuestra España?
Hoy por hoy, esos personajes se han convertido en una imagen que   bien podría representar la sustracción descarada que se hace a las arcas del estado, aunque sea de un modo lícito. Son el ejemplo que dan para la Marca España, pongo por caso.
Y ese ejemplo a nivel nacional se ha visto seguido con gran ilusión, supongo, en las CCAA. Valga como ejemplo, aquí en Asturias, donde tanto los socialistas como los populares se acusan como siempre y responden a todo con el ya archifamoso “y tú más”, mientras que no resuelven el problema porque la pela es la pela y los sueldos que ellos se autoconceden no se los toca ni dios.
Sigan siendo felices, si los dejan; pero, entre cabreo y cabreo, por favor, sonrían que no cuesta nada.

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