Me pregunté en ocasiones por qué hay tanta gente que no
quiere saber nada, si no siente cierto impulso para dedicarse a la política.
Ahora lo tengo bastante más claro, sobre todo después de los últimos años oyendo
a los que nos cayeron en desgracia de aguantar creyendo, ilusos de nosotros,
que iban a dirigir con diligencia nuestro país.
La razón: que la mayoría de los españoles no sabe
explicarse y para llegar a alcanzar un sillón con sueldo casi de por vida, un
buen plan de pensiones y una buena jubilación es condición sine qua non saber
hacerlo con el mayor número de florituras lingüísticas posible aunque para el personal resulten inextricables..
Y hoy tenemos en el Gobierno verdaderos genios de la retórica.
Veamos como se han explicado a lo largo de los últimos meses, con qué claridad,
de qué manera llegaban a los ciudadanos, con qué cara de pasmo nos dejaban al oírlos,
la tranquilidad con que quedábamos ante sus maravillosos recursos orales, su
vocabulario casi al límite de ser tachado de infantil solo con el fin de que no
nos dejásemos llevar por las dudas, sus comparaciones más propias de unos padres
para con sus hijos que de unos políticos para con los ciudadanos.
O sea, que por eso son pocos los elegidos, porque esos
cargos han de estar cubiertos por los mejores y la gente que lee la prensa, oye
la radio o ve la tele no tiene esa capacidad tan extraordinaria que tienen
ellos para comunicarse.
Durante este último años, y antes también, eh, hemos leído
u oído algunas de las perlas eufemísticas más provocativas de la historia
reciente de España.
Resulta que en este país, cuando los jóvenes no encuentran
trabajo, es porque están más de acuerdo con la movilidad exterior y, si se
tercia, incluso habrá otra Báñez nos diga que se han ido de vacaciones a conocer
mundo y ampliar sus conocimientos intelectuales. La emigración ya está demodé,
hoy no existe.
Al divorcio, que es otra de tantas palabras tabú como tiene
este gobierno, se le llama cese temporal de la convivencia. Dentro de poco, y a
instancias de ese cardenal tan “Ronco”, dejará de usarse el término aborto para
hablar de algo así como cese temporal de responsabilidad materna. Y el matrimonio
homosexual, vade retro, dejará de ser matrimonio para bautizarlo, si lo hiciesen
los obispos y demás, una cosa como dosdeldemonio homosexual.
¿Y qué contaros de los bancos que ya no sepáis? En España,
Rajoy se encarga de explicar un día sí y otro si cuadra también que Europa no
ha tenido que realizar ningún rescate en nuestro país. Y todo gracias a él,
porque si hubiésemos seguido con Bambi y las películas de Walt Disney…
-¿Y el de los bancos, no fue un rescate?- le podrían
preguntar.
-Ah, no. Eso fue un
apoyo financiero.
-¿Qué, cómo dice?
-Que fue un préstamo en condiciones favorables- y sonreirá
muy ufano.
¡Cómo habla, eh! Lo que no dirá es que los intereses de
ese rescate lo debemos pagar los españoles y no los bancos.
Y así con más políticos y más y más-
Ganancias de eficiencia o reformas estructurales
necesarias para evitar la palabra recortes y que no nos moleste; ceses no
renovables para los despidos; no se sube el IVA, hay un recargo temporal de
solidaridad (¡qué solidaridad no qué hostias, tíos!, para lucraros vosotros,
joder), o un incremento de la imposición sobre el consumo o un gravamen
adicional; hay indemnizaciones en diferido para chorizos contadas por la voz
experta de La Mancha, no se privatiza, ¡no,no!, se externaliza.
Incalculables las frases, dignas de un libro que forme
parte de la Biblioteca Nacional para que Rajoy lo fotocopie y se lo lleve en
otro viajecito al Papa Francisco. Al menos con este volumen lo tendría entretenido y riéndose
un tiempo. Es más, si se decide por darlo a conocer entre sus cardenales y
estos siguen y siguen con obispos, curas y feligreses, es probable que
se convierta en un best seller.
Prueben, prueben. Con las ganancias podrían incluso sacar
para pagar la indemnización a Bárcenas.
Hasta mañana y buen día.
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