Lo he visto. Puedo
dar fe de ello. Ayer mismo, a eso de las cinco y media de la tarde, puedo
atestiguar, repito, haberlo visto por última vez. Y con esta, ya van por lo
menos ocho o nueve veces.
La primera vez me
llamó la atención, tanto que me detuve a contemplarlo desde lejos no creyendo
que se pudiera hacer aquello.
Al cabo de un par
de días, no recuerdo exactamente, volví a cruzarme con él y ni siquiera me vio
concentrado como iba en su tarea.
Luego pasaron
varios días sin encontrármelo, tal vez por desajustes horarios entre nuestros
paseos, pero hace unos siete u ocho días nuevamente, a eso de las diez de la
mañana, lo volví a divisar al otro lado del río caminando sin ver a nadie, con
paso tranquilo.
Y así durante tres
o cuatro días más.
Y ayer, cuando me
lo encontré, no pude aguantarme más y lo detuve.
-¡No ves a
nadie, eh.! ¿Cómo te las arreglas para ir caminando y leyendo al mismo tiempo?- le pregunté extrañado.- Hace una temporada que te
veo, me cruzo contigo, y es como si el mundo no existiera a tu alrededor.
-No camino y
leo,- me respondió con una sonrisa- es
que me encanta leer y cuando me quiero dar cuenta estoy tan concentrado
viviendo las historias que me cuentan las palabras escritas en el texto, que
mis pies se ponen en movimiento como por arte de magia para llevarme con los
protagonistas y no perderme ni una sola de sus vivencias. Así que leo y camino.
-Ya -no sabía qué replicar. –Bueno, anda, no te
molesto más. Sigue a lo tuyo. Lo siento.
-No, si no me
molestaste. Mira, en este momento estaba leyendo como uno de los personajes de
esta novela interrumpía a un amigo, mientras tomaba una copa en el bar, para
decirle que no entendía cómo era capaz de concentrarse en la lectura en el
parque infantil a donde iba todos los días después de comer si aquello a esas
horas estaba lleno prácticamente de niños gritando, riendo alborozados, madres,
padres y abuelos dando la cháchara, algunos pendientes de sus retoños y otros
simplemente dejando que el tiempo corriese para devolver al niño a casa o
llevarlo a una clase particular de algo, alguno dándole dos voces a la criatura
para que no corriese que se iba a caer o un ten cuidado que te vas a hacer
daño.
Así que no me
molestaste: era justo el momento ideal para interrumpirme. Te lo agradezco.
-¡Ah!
Pues…bueno,…- qué le digo a este
loco- . Entonces, nada. ¡Hala, sigo el paseo antes de que oscurezca.
-Sí, hay que
aprovechar el tiempo, no dejarlo correr a lo tonto y a lo loco. Y yo sigo a lo
mío. Hasta luego.
-Hasta luego.- Y me fui en dirección contraria pensando si aquella
persona era en realidad alguien a quien conocía o un ser sacado de una novela.
Si era esto último, algo había en su cabeza que no funcionaba como la de los
demás. No sé si para bien o para mal.
Así que hoy puedo
atestiguar, como dije al principio, que Luis lee mientras camina o camina
mientras lee. Aunque aún no sé cómo lo puede hacer.
¿Extraño, no?
Que tengan un buen día y lean cuanto puedan.
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