lunes, 24 de diciembre de 2012

NOCHEBUENA


Hoy es un día de esos que no sabes por dónde empezar.

Te levantes con el pie derecho o el izquierdo, desde que abres los ojos, estás dándole vueltas a las cosas que tienes pendientes y que no puedes obviar porque la cena de la noche ha de salir perfecta. Preocupaciones irracionales que te invaden sin orden ni concierto y te asfixian inevitablemente: que si repasas las botellas de vino o de refrescos o de cava o de sidra achampanada que tienes en casa, no vaya a ser que no sean bastantes; que si falta comprar algo más de embutidos, queso, más anchoas y aceitunas, una caja de langostinos para completar los entremeses, que es que se apuntaron a última hora fulano y su mujer con su hija y a lo mejor no hay suficiente; que si hay que mandar a mengano que traiga tres sillas más, que si no la gente va a tener que comer en el suelo; cómo estamos de turrones, peladillas, polvorones y no sé yo cuánto más para los postres; que si ya están listos y aderezados los pescados y las carnes para cocinarlos; a qué hora habrá que empezar a poner la mesa para que esté preparada cuando empiecen a llegar los invitados; y a qué hora vendrán, a las ocho, a las nueve o a la hora en punto. Qué sé yo, un montón de cosas que hacer y que te inquietan hasta la obsesión, que te preguntan si has cumplido con tu deber de anfitrión.

Van pasando las horas y, a media mañana, todo aquello que se amontonó en tu cabeza bien temprano, ahora empieza a dejar de tener importancia: eran simples menudencias agigantadas por el ansia de todos los años en la misma fecha.

Pero es que tiene que estar todo perfecto ya que, si no, vale más no hacerlo.

Llega la primera hora de la tarde. Vuelven los nervios, que te atenazan el estómago y te ponen tarumba. ¿Está todo?, ¿te das cuenta que falte algo?, ¿a qué hora llegan fulano y mengano?, ¿vendrá zutano una hora antes para echarnos una mano? Otra vez la zozobra, los nervios a flor de piel, la sensación de acidez que te sube a la boca. ¡Dios, qué día llevo!

Y por fin, a la hora más o menos establecida, todos en casa y a la mesa: se cena, se charla, se bebe, se ríe, se comentan las cosas de la familia y de la no familia, los móviles echan humo, sms que vienen y van cargados de buenas intenciones, más risas, pasa un ángel y empiezan los primeros síntomas de sueño en alguno, languidece la conversación, entran las prisas por regresar cada uno a su casa porque ya es tarde, se despiden y, si se acuerdan, te agradecen el que hubiésemos aceptado celebrar la fiesta de Nochebuena en nuestra casa, te quedas solo con tu mujer, miras los restos de la batalla, intentas poner un poco de orden en aquella especie de caos, se inician las tareas de recoger todo, pones el lavaplatos atiborrado de platos, vasos, copas y cubiertos (las cacerolas y demás han de quedar para más tarde o para mañana, no hay sitio), pasas la escoba para quitar lo más gordo y te sientas en la mesa de la cocina un minuto antes de dejar lo que falta para el día siguiente. La cama te espera. Y por las esquinas de casa sigue habiendo entremeses, langostinos, pescado, carne, postres, botellas de todas las clases.

Todos los años igual. Comida a espuertas, no vaya a faltar, y sobras en abundancia: mañana no se hace nada para comer. Y, si cuadra, tampoco pasado.

Pero… Ahora que todo pasó, lo analizas y te sientes satisfecho. No ha salido mal.

El próximo año más preocupaciones, inquietudes, ansiedad, desasosiego y neurosis desde la mañana a la noche. Y más Nochebuena.

No se olviden de ser felices.

 

 

1 comentario:

  1. Ya pasó el estrés, vuelve a sobrar comida, lo de todos los años....Feliz Navidad!

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