sábado, 29 de diciembre de 2012

LUNA LLENA

La persiana medio levantada permitía que algunos rayos de claridad emitidos desde la luna llena se colasen a través de los cristales de la ventana.
Eran las 05:41 según el reloj que colgaba encima de la mesa donde tenía el ordenador y las 05:43 en la pantalla del PC. No me preocupaba por unos minutos más menos adelantados o atrasados. Mi reloj de muñeca marcaba las seis menos cuarto y de él tampoco me fiaba.
Es este un tema que me deja en cierto modo indiferente, el de la hora exacta, y que, en cambio, a alguno de mis amigos los vuelve locos. En cuanto le dices que va un minuto adelante o atrás, echa  mano a la tuerca, empieza  a rabilar con ella y enseguida lo pone en hora. Pero yo miro el reloj y lo único que me preocupa  es que no vaya atrasado porque, entonces, sí que lo corrijo poniéndolo 5 minutos adelantado. Es una manía como otra cualquiera para no llegar tarde. Así anda la hora por mis dominios: hecha unos zorros, la pobre.
Pero dejemos este asunto que no va a ningún lado.
Ahora que sé que aún tengo tiempo para escribir un artículo en el blog,  me tranquilizo un poco, sobre todo después de haber estado perdiendo el tiempo hasta ahora viendo algún que otro video en YouTube, de esos cuyo enlace me envía Escudero por e-mail de vez en cuando y sin desperdicio ninguno.
Pues bien, hay días en que escribir no es tan fácil y tengo la impresión de que hoy va a ser uno de ellos. Le doy vueltas a la cabeza y lo único que veo es la luna que ayer disfruté cuando regresaba de La Podada por el Paseo del Río Martín.
Hacía tiempo que no me fijaba en ella de modo tan definido, que no la miraba directamente a los ojos.. Siempre que la había visto me alegraba, pero me decantaba más por las estrellas que se hallaban cercándola y que, sabía, aparecerían y desaparecerían en momentos contados de la noche siendo sustituidas por otras en los distintos arcos del firmamento terrestre. Pensaba siempre en la vida efímera del ser humano, mientras ellas veían pasar nuestra historia, la de los hombres en la Tierra, milenio tras milenio, testigos quién sabe si silenciosos de nuestros pocos errores y nuestros muchos yerros.
Pero ayer no. Ayer vi la cara de la luna: sus ojos, su nariz y su boca, coronadas por su calvicie absoluta. La vi brillar y reírse de unas finas cortinas lechosas que intentaban ocultarla, pero que se volvían totalmente trasparentes al talante aún risueño de aquellas horas. Tal vez más adelante, en el transcurso de las horas, les llegasen refuerzos y fuesen capaces de vencer en aquella batalla, pero de momento…
Le deseé silenciosamente buenas noches.
Luego mis ojos se desviaron, incontrolables, hacia el montón de estrellas que la custodiaban. Nunca fui capaz de reconocer ninguna. Alguna noche de verano me imaginé que estaba viendo la Estrella Polar, pero no puedo dar fe que fuese ella en realidad. Lo único que distingo en el cielo es el Lucero del Anochecer que se transforma por la mañana en el del Alba. Sé que no es una estrella, que es el planeta Venus, pero no quiero racionalizarlo así. Prefiero pensar en él como en una estrella para poder creer que al menos sé el nombre de una y distinguirla en el firmamento. Ilusiones que tiene uno. De vez en cuando se vive de ellas y no solo de la realidad, que lo mismo te da alegrías que sinsabores. Y es que aquellas siempre te dejan el alma calma y el corazón esperanzado.
Seguí hacia casa y perdí la luna al meterme entre las calles bordeadas de edificios altos que impedían el paso de su luz. Una diosa que se escondía durante unas horas, pues sabía que en ningún lugar de mi recorrido iba a volver a divisarla.
Por mi mente desfiló solo un deseo: el anhelo de disfrutar por la mañana, a pesar del frío helador que desprende, de los prados blancos, níveos, que  me demostrarán que la Diosa Luna le habrá ganado la batalla a la cohorte de velos más o menos tupidos, más o menos grises o albos, que habrían intentado destruir su fulgor.
Bueno, amigos, que tengo que salir a ver si la Luna lo logró. Pasen un gran día.

1 comentario:

  1. Esta madrugada estabas muy poetico. Tambien es bueno en los tiempos que corremos. Fonso

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