Me había propuesto a comienzos del mes, cuando
retorné al blog, escribir un artículo diario al menos, y lo he ido
consiguiendo. Vamos, que me comporté como debía hacerlo para no traicionar uno
de esas promesas que se hacen íntimamente. Sería imperdonable no cumplirlas,
cuando nadie te obliga a plantearlas. Mirarme al espejo hoy, si así fuese, hubiese sido un acto
de masoquismo puro y duro. ¿Con qué cara eres capaz de decirte que no tienes
palabra? ¿Cómo podrías disculparte ante ti mismo sin engañarte?
Pero cumplí. Y algunos seguro que dirán que algún
día más me hubiera valido haberme olvidado de ello porque la calidad de los
artículos, si no todos, eran nefastos. No obstante, perdonadme, mi cuerpo esta
mañana queda descansado y la imagen de mí mismo reforzada sabiendo que fui
capaz de hacerlo. No todo es cuestión de alcanzar la perfección, sino de poder
sentirte bien contigo mismo. No aspiro a mucho, pero sí a disfrutar de mis
cosas. Ya caerán en el olvido en el momento justo. A fin de cuentas todo es eso, presente y olvido.
En conciencia os diré que durante este mes, levantándome casi todos los días a las cinco o antes de la mañana- dichoso insomnio- para acercarme sigiloso hasta el ordenador, encenderlo y comenzar la jornada con una reflexión sobre cualquier cosa, ya que cada día el tema surgía de cualquier idea peregrina que pasara a estas horas por mi cabeza, fue un verdadero ejercicio de tozudez para poder cumplir con aquella promesa del día uno de diciembre; quien sabe si para comprobar que sigo siendo un cabezón de armas tomar. Así que hoy, para despedir el año, me siento bien conmigo mismo, y eso es lo más importante a lo que cualquier ser humano ha de aspirar: tener la conciencia tranquila y obrar en consecuencia.
A ello he de añadir que no podía haber
comenzado mejor la jornada cuando lo primero con lo que me enfrenté a las cinco y diez de
la mañana, más o menos, ya sabéis que mis relojes marcan cada uno su hora y
considero que deben ser independientes y actuar con total libertad sin que yo
me meta en sus asuntos, fue con un correo electrónico de mi “hermano mayor”.
Contenía un adjunto donde pude escuchar el Himno de la Alegría interpretado en
una plaza pública de Sabadell entre gente de todas las edades asombradas,
estupefactas, pero risueñas y encantadas de formar parte y disfrutar de esos
cinco minutos mágicos. Ya lo oí tres veces y aún le queda alguna audición más
esta madrugada, además de tenerlo guardado en el vientre de esta máquina
infernal que me mira desde ahí enfrente desafiante, fría e imperturbable. Y
pienso mantenerlo dentro de ella para disfrutarlo a mi gusto, sobre todo en
cuanto aparezca uno de esos momentos en que una pequeña sombra de tristeza se
dibuje en mi interior. Desde siempre, fue una de las piezas musicales que me hicieron
olvidarme de la podredumbre que rodea nuestras vidas para centrarme en vivir
las cosas con la mayor de las alegrías posible, ver la parte positiva y
optimista de la existencia. No soy nadie en música clásica, nada entiendo, pero
es una de esas composiciones que, a poco que te descuides, te hace asomar a los
ojos una lágrima de felicidad, y en mi caso los descuidos forman parte de mi
vida. Incluso en este momento.
Así que este día de Nochevieja, como decía antes, no pudo comenzar
mejor. Pequeñas cosas que son precisamente la sal de la vida.
Pienso dejar atrás el año despidiendo con viento
fresco todas las patochadas económicas y laborales con que nos enterraron
semana a semana nuestros gobernantes. ¡Tiempo habrá para sufrir otras!
Y pienso empezar este dos mil trece, que se acerca
cauteloso y furtivamente por la puerta trasera tal vez avisado de lo que le
espera, con la misma cara que puse esta madrugada oyendo el último movimiento
de la Sinfonía Coral de Beethoven, ese himno a la libertad capaz de unir
millones de gargantas en una sola voz: cara
de felicidad, de alegría y de esperanza en un futuro mejor.
A todos ustedes, para el 2013, mis más entrañables
deseos de una vida plena en paz y libertad.
Disfruten del último día del
año, vívanlo cantando, soñando con un dos mil trece lleno de amor, el único
lazo que puede con todo.
En cuanto a seguir escribiemdo días tras día, aún no me he hecho ninguna promesa para de hoy en adelante. ¿Quién sabe? Yo me conozco y a veces....
No sabes comome "alegró" el recibimiento que hiciste del e-mail con el himno a la alegria. Claro, dirás que juego con ventaja porque te conozco bien y se cuales son tus gustos. No obstante el motivo de enviartelo fué intentar alegrarnos los dos -tu y yo- el fin de año a pesar de la añoranza de los muchos que despedimos juntos las dos familias hace tiempo.
ResponderEliminarUn beso muy grande de tu "hermano mayor"