viernes, 14 de diciembre de 2012

Profesiones e historias de clase.


Ya sabéis que muchas veces surge en clase con alumnos de primaria el tema de las profesiones y de los trabajos de los padres, del respeto a cualquiera de ellos, de la necesidad de todos ellos, de la importancia que todos tienen para la sociedad, de lo que pasaría si faltase algún tipo de oficio, etc. Hasta ahí todo bien. Los críos asimilan perfectamente estos conceptos y explican a su manera todo cuanto les viene a la cabeza y ponen ejemplos de familiares, de amigos, de conocidos, de las cosas que hacen y qué sucedería si no existiesen.

Primero les preguntas por el trabajo de sus padres y ahí sale de todo: albañil, pintor, trabaja en un banco, es obrero en la Fábrica de Armas, es mecánico, es profesor del instituto, está en el paro, está en el paro, está en el paro, está en el paro, es peluquero, está en el paro, anda a chollos porque se acabó el paro, está en el paro, etc, etc, etc. Ya os podéis imaginar.

Entonces suele llegar el momento en que comienzas a preguntarles por lo que quieren ser de mayores, Es la clásica pregunta en una clase de primero o de sexto.

Aquel día, en el aula de sexto, después de hablar del tema, me puse con ello.



Empecé al albur por una niña que me contestó que iba a ser veterinaria porque tenía un perro en casa y le encantaban los animales; otro me dice que va a ser bombero porque le encantan las sirenas y apagar el fuego; otro, que maestro para enseñar a los niños; otra, que médico para curar a la gente; otro que ganadero como su padre; otro que investigador contra el cáncer; y así sucesivamente hasta llegar a los dos más despabilados que había dejado aposta para el final.

-¿Y tú, Ángel, qué piensas estudiar?-solía ser un niño recto a carta cabal, inquisitivo y con la cabeza bien situada sobre los hombros. Un cerebrito, vaya.

-Político, profe.

-¡Qué!- se me escapó una exclamación porque no me esperaba aquella respuesta.

-Político, profe. Son los que pueden hacer leyes y procurar que la gente viva mejor. Además no van al paro nunca, viajan mucho, trabajan poco, siempre tienen razón y no hay quien les ponga la mano encima. Pueden colocar a su familia en buenos puestos de trabajo cobrando mucho, reciben regalos de los ricos y salen en la tele.

-¡Joder!- refunfuñé por lo bajo sin que nadie me oyese.

-Mira- le contesté ahora en voz alta-, no vas muy descaminado. Pero para ser un buen político no se pueden hacer muchas de las cosas que dices. Hay que ser justo y responsable y no dejarse comer el coco por el dinero; se debe de estar cerca de la gente, oír sus quejas y sus deseos e intentar cumplirlos para que todo marche cada vez mejor. Es un trabajo difícil, no te creas, pero bueno…si te gusta…

-¿Y tú, Alba, que vas a ser de mayor?- era la niña que faltaba, inteligente y despierta como ella sola, lo que no quería decir que se rompiese los codos estudiando.

-Asesora, profe.

- ¡Coño!- se me escapó, y todos los niños se rieron.- ¿Cómo que asesora? A ver, explícanoslo.- El resto de niños la miraban como si fuese una alienígena recién bajada a la Tierra.

- Sí. Mira, los asesores están siempre al lado de los políticos, aconsejándolos en todo lo que ellos quieren oír, que no tiene por qué ser lo mejor. Pero tienen unos sueldos de miedo y viven del cuento durante toda su vida. A los políticos pueden echarlos en las elecciones y ahí se les acaba el poder. Pero al asesor, si no sigue con los que mandan, es igual, se va a asesorar a otros y les cuenta lo que quieren oír también, aunque sea otra cosa. Es igual, el caso es que no te mueven de uno o de otro sillón. Además así voy a buscar un trabajo para mi madre, mi padre y para mi hermana, que están en el paro, y nos vamos a forrar toda la vida.

-¡Anda, sí, pero los políticos también nos forramos, Alba.- intervino Ángel.

-¡Ya, ya! Pero tenéis menos recorrido, a no ser que os manden al Senado, como nos contó el profe. ¿A qué sí, profe?

-Bueno, Alba, algo de eso hay, es verdad- me habían cazado. No se puede decir ni una palabra de más ante ellos porque todo queda metido en esas cabecitas.

-Al Museo de los Dinosaurios Políticos, ¡ a qué sí?, profe. Que nos lo contaste en clase. Que es como el cementerio de los elefantes en África.

-Sí, sí, Alba, vale.- Pero vosotros, ¿de dónde sacáis eso de los políticos y los asesores?
-De la tele, profe, dijo Ángel.
-A mí me lo cuenta mi padre- habló el rubio de la última fila.
--Y a mí me lo dicen mis abuelos cuando ven los telediarios- me soltó la niña de la coleta de la izquierda.
-Y Laura y yo estábamos el sábado con...

 Busqué rápidamente un cambio de tema porque aquello se me iba de las manos, ya había varias manos levantadas para preguntar.
- A ver, basta por hoy, recoged los libros de las mesas, que vamos a la sala de ordenadores.

Y entonces, adiós manos levantadas, profesiones y demás fanfarrias. La sala de ordenadores era un imán difícil de controlar y siempre funcionando atrayendo aquellas mentes ansiosas de aprender.

Mientras descendía las escaleras hacia la sala, me acordé de la noticia de prensa en la que informaba de un aumento en el presupuesto de gastos de los diputados del Principáu d’ Asturias superior al medio millón de euros porque ahora había más partidos en el Parlamento, aunque fuese el mismo número de personas, y eran necesarios más asesores para ayudar en el gobierno. Y eso en tiempos de una crisis tan profunda que tener hambre es la única posesión ahora de millones de personas y no tienen quien les asesore para saber cómo la invierten. -¿A qué coño se dedican los políticos si se lo hacen los asesores? ¡Joder, no sé para qué pregunto cosas más ininteligibles que el Misterio de la Trinidad!- pensaba. - Aunque...

-Pues no le falta razón a Alba- pensé- Seguro que Ángel se estará pensando lo de político.

Pásenlo bien y, si no, asesórense. Buen día

1 comentario:

  1. Cuanta razón Angel y Alba....es lo que vemos todos los días en cualquier sitio, triste pero cierto

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